Shukri avanza tan rápido como puede, con sus tres hijos vivos. Huye de una tierra seca y hostil. Siente como si fuera rodeada por un paisaje en el que la violencia la acecha. Sabe que sus posibilidades son limitadas. De vez en cuando mira a sus hijos que tienen hambre y sed y se esfuerza un poco más. Quiere llegar a Kenia, al campamento de refugiados Dadaab con las fuerzas que le quedan. Se sienta un instante al borde del camino por el que pasan otras personas en parecidas circunstancias. Llevan 10 días caminando y, según le comentan otras mujeres, aun le quedan muchos días. Salió de Mogadiscio con sus 3 hijos. Perdió a su marido en la guerra contra los milicianos. No sabe leer ni escribir, como el 97% de las mujeres. Su vida ha dependido de lo que le ha llegado de forma indirecta y del cuidado de los demás. Sabe que su esperanza de vida es corta, pero espera llegar y salvar a alguno de los hijos que le quedan. Cuando decidió buscar ayuda fuera de su territorio, todavía estaba viva su hija Najma. La niña estaba débil, muerta casi y Sukri decidió partir sin ella, no podría sobrevivir al viaje. Se la encargó a una de sus hermanas, sabiendo que su destino estaba decidido por el hambre y la fiebre. Ahora pensó en ella por un momento, con resignación y cierto alivio. No tendría que vivir una vida parecida a la de ella, o a la de su madre y su abuela. Para ser mujer en su tierra mejor no nacer. Es la sequía, el hambre y mucho más dolor físico y moral. Se levantó, agarró a sus hijos y comenzó a caminar.
Escuchamos por todos lados que el Cuerno de África se muere de hambre y de sed. Somalia, otra vez, ese no-Estado, ese territorio maltratado, que es el resultado de las políticas de los países occidentales, británicos, franceses e italianos durante los siglos XIX y XX. Después de muchas vicisitudes se sigue intentando llegar a un gobierno de unidad nacional que pacifique todos los clanes en conflicto. En este momento el actual presidente Sharif Sheikh Ahmed, proclama la victoria sobre los rebeldes ligados a Al-Qaeda. Estos grupos amenazan con seguir luchando contra las fuerzas del gobierno de Transición, apoyadas por la misión de paz de la Unión Africana (UA). Son los mismos que han impedido la llegada de ayuda humanitaria a las zonas más azotadas.
El escritor Wole Soyinka, premio Nobel, pide una intervención global contra el hambre, de la ONU, la Unión Africana y los gobiernos regionales. Fernando Manuel Manzano en el periódico El País, expone las razones de esta crisis de forma clara, no solo es la guerrilla y la sequía, también está la especulación financiera que hace subir el precio de los alimentos, no podíamos esperar menos de los especuladores. Se pregunta el periodista si solo es un problema de dinero. Cree con razón que la intervención no debe aplazarse. Si realmente hubiera voluntad política se buscarían garantías que aseguraran la llegada de la ayuda humanitaria, que impidieran que los radicales masacren a la población y que obligarán a los especuladores a no negociar con los alimentos de forma criminal. Esa voluntad no existe en los líderes mundiales, de momento una limosna que no ataja el problema de raíz.
Desde la ONG Mensajeros de la Paz, el Padre Ángel dice que es una vergüenza que se den 3000 millones de euros para rescatar a un banco y solo 25 para este desastre. Dice este misionero que la ayuda internacional solo cubre el 20% de las necesidades básicas. De momento todas las energías del mundo occidental están centradas en nuestra crisis, pero la nuestra no nos va a impedir vivir, dice, la de los somalíes sí. Parece que remediar la muerte de 29.000 niños menores de 5 años no está en la agenda.
En esta misma línea de denuncia se posiciona John Vidal, columnista de The Guardian. Considera que esta hambruna tiene causas que se pueden evitar. Era previsible y no se ha hecho nada para prevenirlo, los que se mueren o emigran son los mismos que en 2008 pasaron hambre, y que han sobrevivido gracias, según el periodista, a los programas de alimentación. Al factor climático se suma la responsable principal de la crisis: la guerra y la erradicación de las formas de pastoreo tradicional, la trashumancia.
Las potencias occidentales deben dirigir la ayuda, no solo a solventar la urgencia del momento, deben dirigir las ayudas a fomentar el desarrollo a largo plazo: bombas y perforación de pozos, por ejemplo, para garantizarse el agua, tecnología de conservación y transporte de alimentos, educación frente al analfabetismo crónico, etc.
La hipocresía, los muertos de acá y de allá
Respecto a Europa, el sentimiento por sus víctimas, las de la isla de Utoya, es diferente que el que siente por otras de otros continentes. José A. García Suárez en Noruega y Somalia, ¿dónde está la diferencia?, reflexiona sobre esos sentimientos. Considera el autor del artículo que la diferencia estriba fundamentalmente en la naturaleza de la tragedia, aunque el número de víctimas somalíes se cuenten por miles, sobre todo niños. Las hambrunas no las consideramos responsabilidad nuestra; pensamos, cuando nos quedan lejos, que se deben a imponderables independientes de nuestra voluntad. No podemos hacer que llueva y que crezca la yerba, no podemos evitar que mueran los animales si no tienen alimentos o agua. Tampoco consideramos que las criaturas hambrientas y enfermas tengan que ver con nosotros. Más bien hay tendencia a preguntarse cómo se pueden tener tantos hijos entre tanta miseria.
Es necesario cambiar el punto de vista, un giro copernicano en el problema del hambre según García Suárez. Este planeta produce alimentos para todos, pero no todos pueden comer, uno de cada 6 no lo hace. Los beneficios sin límites que algunos ganan dejan muertos de verdad por el camino. El alcance de la especulación financiera no deja títere con cabeza y el ámbito de las materias primas y los alimentos no es una excepción y con los precios se juega en la bolsa. Se juega con la ruina de los países y con la supervivencia de los más débiles. Este autor pide soluciones como regular los mercados financieros, reglas de comercio justo y cancelación de la deuda externa imposible de pagar para posibilitar el crecimiento y la soberanía alimentaría. En esta misma línea, Cómo hacerse rico con el hambre de los demás, de Pascual Serrano, muestra con claridad como esa especulación no está lejos de nosotros y nos asombraríamos si realmente conociéramos donde invierten los bancos nuestros ahorros.
Organismos como el FMI ordenan este tipo de actuaciones de desregulación en el ámbito de la alimentación. Hay que acostumbrarse a la carestía de los alimentos, el elevado coste de la comida llegó para quedarse, dicen. Pareciera que la historia es ineclutable, que no la hacemos nosotros. Parece que no hay alternativa a la guerra de todos contra todos, que no hay alternativa al darwinismo social imperante. Ese es el mensaje que se pretende que cale y se instale en el subconsciente. Parece que es indiferente moral y jurídicamente el lado del mundo en que se está colocado, parece que es igualmente válido matar que morir. Pero la historia la hacen los hombres y las mujeres, no hay nada que nos obligue a seguir un curso
determinado. La indiferencia es ignorancia, pues la gran depresión que se instala en nuestro mundo puede convertirnos en carne de cañón, igual que a los somalíes. Recordemos a los cientos de miles de ciudadanos de una nación tan rica como Estados Unidos de Norteamérica cuando era pobre, que a consecuencia de la crisis de 1929, perdieron sus propiedades expropiadas por los bancos, tuvieron que emigrar y como en toda huida de hambre los débiles van muriendo por el camino. Este es el trasfondo de Las uvas de la ira, novela de John Steinbeck que refleja las consecuencias de una especulación que lo abarca todo. Maximiliano Bernabé Guerrero, recuerda en referencia al problema expuesto en la novela de Steinbeck, que de las depresiones económicas se sale a través de políticas decididas e intervencionistas. La historia hecha por los hombres nos lo ha mostrado. Hoy son los somalíes y muchos pueblos de África, mañana seremos nosotros. ¿Quién sabe?.
Incluso en Somalia puede haber esperanza si uno tiene conciencia. Un ejemplo es el de Zam Zam, activista de Amnistía Internacional somalí. Es periodista y lucha con valentía por los derechos de las mujeres, las más pobres entre los pobres, sabiendo que su vida corre peligro.
Esther Vivas nos explica en su VideoBloog el problema de la especulación con los alimentos y su relación con el hambre:
Más información: http://esthervivas.wordpress.com/
Manuel Ramos
8 agosto, 2011 at 11:28 PM
La política… y mientras se siguen muriendo de hambre.
luciernagadelroque
11 agosto, 2011 at 6:21 PM
Sí Manuel se mueren de hambre si no se resuelve con urgencia, pero de lo que se trata es de que no sea pan para hoy y hambre la próxima sequía. Debe haber detrás de toda intervención un proyecto que tenga como objetivo que pueda perdurar en el tiempo y garantizar que todo pueblo pueda vivir con dignidad de sus propios recursos. La limosna es inaceptable sobre todo si se tiene en cuenta que el mundo rico lo es, en buena medida, porque especula con recursos que tienen su origen en paises de África. Los organismos internacionales no están solamente para reunirse y tomar decisiones, tienen que actuar y resolver problemas graves que necesitan un proyecto político que los fundamente. Las palabras y la buena voluntad no son suficientes y muchas veces da la sensación de que lo que hay es solo eso. ¿Interesa realmente que estos pueblos sean autosuficientes y controlen lo que es de ellos? La respuesta es: no.