Shukri avanza tan rápido como puede, con sus tres hijos vivos. Huye de una tierra seca y hostil. Siente como si fuera rodeada por un paisaje en el que la violencia la acecha. Sabe que sus posibilidades son limitadas. De vez en cuando mira a sus hijos que tienen hambre y sed y se esfuerza un poco más. Quiere llegar a Kenia, al campamento de refugiados Dadaab con las fuerzas que le quedan. Se sienta un instante al borde del camino por el que pasan otras personas en parecidas circunstancias. Llevan 10 días caminando y, según le comentan otras mujeres, aun le quedan muchos días. Salió de Mogadiscio con sus 3 hijos. Perdió a su marido en la guerra contra los milicianos. No sabe leer ni escribir, como el 97% de las mujeres. Su vida ha dependido de lo que le ha llegado de forma indirecta y del cuidado de los demás. Sabe que su esperanza de vida es corta, pero espera llegar y salvar a alguno de los hijos que le quedan. Cuando decidió buscar ayuda fuera de su territorio, todavía estaba viva su hija Najma. La niña estaba débil, muerta casi y Sukri decidió partir sin ella, no podría sobrevivir al viaje. Se la encargó a una de sus hermanas, sabiendo que su destino estaba decidido por el hambre y la fiebre. Ahora pensó en ella por un momento, con resignación y cierto alivio. No tendría que vivir una vida parecida a la de ella, o a la de su madre y su abuela. Para ser mujer en su tierra mejor no nacer. Es la sequía, el hambre y mucho más dolor físico y moral. Se levantó, agarró a sus hijos y comenzó a caminar. Read the rest of this entry »
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Del cosmopolitismo: bloqueo de la Franja de Gaza.
Akil es un niño de 14 años detenido por el ejército israelí. Se encuentra en un cuarto de interrogatorios. Oye voces y lamentos de otros muchachos y de hombres adultos. Lleva los ojos vendados y lo han sentado en un rincón. Piensa: “mis padres no saben donde estoy. Tengo derecho, según me ha contado mi primo Mahmoud, a una llamada de teléfono, pero todavía no me han dado esa posibilidad. Ya no sé cuantas horas llevo aquí. Me harán lo que le hicieron a mi primo que estuvo un mes en la cárcel por tirar piedras a los colonos. Espero que no me pase lo que a él que se orinaba y tenía pesadillas. Me contó que después de salir oía sin parar, sin poder pensar en otra cosa, los gritos y los empujones de la policía.
El corazón me late sin freno, me siento inseguro, sin derechos y con miedo. ¿Y si no me dejan llamar a casa?, yo si he tirado piedras a la policía y hay odio en mi corazón. Han entrado varias veces en casa y nos han destrozado lo poco que teníamos, buscando armas y terroristas, esa es su excusa”.
Sus pensamientos se paran en seco pues alguien lo agarra por el brazo, lo levanta y lo empuja hasta otra zona del lugar en el que se encuentra… Read the rest of this entry »